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¿Qué hacer?.Lenin

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Mensaje  Invitado Jue 28 Nov 2013, 03:41

Lenin ya se preguntó una vez:¿qué hacer? y publicó un libro para el "hacer revolucionario".Por aquí os dejo el texto que no tiene desperdicio.
Y es que lo que más echo de menos para UPyD es el tener un periódico.
Este es un libro que en las bibliotecas no vais a encontrar Rolling Eyes 


¿Qué hacer?


¿Puede un periódico ser organización colectiva?

[...]De la importancia de unificar y de la necesidad de "reunir y organizar" habla ahora todo el mundo sin excepción, pero en la mayoría de los casos no se tiene la menor idea concreta de por dónde empezar y cómo llevar a cabo esa unificación. [...]

[...]El vínculo efectivo empezaría ya a establecerlo la mera difusión del periódico (si es que éste merecería realmente el nombre del periódico, es decir, si apareciese regularmente y no una vez al mes, como las revistas voluminosas, sino unas cuatro veces). Hoy día son muy raras las relaciones entre las ciudades en cuanto a los asuntos revolucionarios, en todo caso son una excepción; entonces, estas relaciones se convertirían en regla, y, naturalmente, no sólo asegurarían la difusión del periódico, sino también (lo que revista mayor importancia) el intercambio de experiencia, informaciones, fuerzas y recursos. La labor de organización alcanzaría en el acto una amplitud mucho mayor, y el éxito de una localidad alentaría constantemente a seguir perfeccionándose, a aprovechar la experiencia ya adquirida por un camarada que actúa en otro confín del país. El trabajo local sería mucho más rico y variado que ahora; las denuncias de los manejos políticos y económicos que se recogiesen por toda Rusia servirían para la nutrición intelectual de los obreros de todas las profesiones y de todos los grados de desarrollo, suministrarían datos y darían motivos para charlas y lecturas sobre los problemas más distintos, planteados, además, por las alusiones de la prensa legal, pro lo que se dice en sociedad y por los "tímidos" comunicados del gobierno. Cada explosión, cada manifestación se enjuiciaría y discutiría en todos sus aspectos y en todos los confines de Rusia, despertando el deseo de no quedar a la zaga, de hacer las cosas mejor que nadie (¡nosotros, los socialistas, no desechamos en absoluto toda emulación, toda "competencia" en general!), de preparar conscientemente lo que la primera vez se hizo en cierto modo de manera espontánea, de aprovechar las condiciones favorables de una localidad determinada o de un momento determinado para modificar el plan de ataque, etc. Al mismo tiempo, esta reanimación de la labor local no acarrearía la desesperada tensión "agónica" de todas las fuerzas, ni la movilización de todos los hombres, como sucede a menudo ahora, cuando hay que organizar una manifestación o publicar un número de un periódico local: por una parte, la policía tropezaría con dificultades mucho mayores para llegar hasta la "raíz", ya que no se sabría en qué localidad había que buscarla; por otra, una labor regular y común enseñaría a los hombres a concordar, en cada caso concreto, la fuerza de un ataque con el estado de fuerzas de tal o cual destacamento del ejército común (ahora casi nadie piensa en parte alguna en esa coordinación, pues los ataques son espontáneos en sus nueve décimas partes), y facilitaría el "transporte" no sólo de las publicaciones, sino también de las fuerzas revolucionarias.

Ahora, en la mayor parte de los casos estas fuerzas se desangran en la estrecha labor local; en cambio, entonces habría posibilidad y constantes ocasiones para trasladar a un agitador u organizador más o menos capaz de un extremo a otro del país. Comenzando por un pequeño viaje para resolver asuntos del partido y a expensas del mismo, los militantes se acostumbrarían a vivir enteramente a costa del partido, a hacerse revolucionarios profesionales, a formarse como verdaderos guías políticos.

Y si realmente lográsemos que todos o una gran mayoría de los comités, grupos y círculos locales emprendiesen activamente la labor común, en un futuro no lejano estaríamos en condiciones de publicar un semanario que se difundiese regularmente en decenas de millares de ejemplares por toda Rusia. Este periódico sería una partícula de un enorme fuelle de fragua que avivase cada chispa de la lucha de clases y de la indignación del pueblo, convirtiéndola en un gran incendio. En torno a esta labor, de por sí muy anodina y muy pequeña aún, pero regular y común en el pleno sentido de la palabra, se concentraría sistemáticamente y se instruiría el ejército permanente de luchadores probados. No tardaríamos en ver subir por los andamios de este edificio común de organización y destacarse de entre nuestros revolucionarios a los Zheliábov socialdemócratas; de entre nuestros obreros, a los Bebel rusos, que se pondrían a la cabeza del ejército movilizado y levantarían a todo el pueblo para acabar con la ignominia y la maldición de Rusia.[...]

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