Laicismo lingüístico (Fernando Savater)
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Laicismo lingüístico (Fernando Savater)
Laicismo lingüísticoSiempre me ha costado comprender la tendencia de algunos periodistas e intelectuales a derogar en bloque las propuestas de un líder político que les desagrada, aunque alguna de ellas tenga buenas razones a favor. Así ocurrió frecuentemente durante el Gobierno de Zapatero. Como detestaban su postura frente a ETA y los nacionalismos o su persistente ignorancia de la crisis económica, rechazaban con igual inquina cualquiera de sus medidas, por ejemplo la Educación para la Ciudadanía, de modo que pude ver a conocidos perfectamente ateos manifestándose junto a los obispos contra esa asignatura tan razonable… para fastidiar al aborrecido presidente. Ahora pasa algo parecido, aunque de signo político opuesto, con las iniciativas que defiende con mayor desparpajo retórico que mesura el ministro Wert. Como gran parte de sus propuestas de reforma educativa apuntan evidentemente a privilegiar la educación concertada, los centros que abogan por separar los sexos en las aulas y los intereses eclesiásticos en las materias de estudio (suprimiendo por ejemplo la maltraída y peor llevada Educación para la Ciudadanía), quienes disienten de tales medidas rechazan también todas las demás, incluida la protección del castellano como lengua vehicular allá donde actualmente no es respetada. Todo va junto y revuelto, como en el tango ‘Cambalache’ de Santos Discépolo…
Sin embargo, a diferencia de otras disposiciones propuestas, garantizar también el uso del castellano como lengua vehicular de la enseñanza junto a las otras oficiales en las autonomías es algo perfectamente adecuado y que viene a cumplir –¡por fin!– reiteradas sentencias tanto del Tribunal Supremo como del Constitucional. Y por supuesto no se trata en modo alguno (¡vergüenza les debería dar decirlo a quienes sostienen lo contrario!) de una medida propia de ultraderechistas: a no ser que ahora resulte que proteger los derechos de quienes los ven conculcados y cumplir las decisiones judiciales sea definitorio de la ultraderecha… Por el contrario, más ajustado a la verdad sería decir que el precursor de la inmersión lingüística fue Franco, quien impuso el castellano en exclusividad y desterró a todas las demás lenguas españolas del sistema educativo en nombre de la cohesión del país y para no dividir a la comunidad, es decir lo mismo que hoy se argumenta en Cataluña. Lo que ha propuesto el ministro Wert de una manera vacilante y timorata (tras muchas protestas de que no va contra la inmersión lingüística, que es precisamente lo que debería hacer) no supone más que un paso en la buena dirección, para remediar algo perfectamente insólito en la Unión Europea: que haya un país donde resulte prácticamente imposible estudiar en la lengua mayoritaria y oficial en zonas importantes del territorio nacional.
En Cataluña los nacionalistas se han acostumbrado a asegurar cosas catastróficas e inverosímiles respecto a su relación con el Gobierno de España: por lo visto, a pesar del tamaño de los embustes no les va mal del todo así. De modo que tras denunciar el expolio económico a que les somete el Estado, ahora toca proclamar que la lengua catalana padece el más atroz ataque que han visto los siglos. De inmediato, nacionalistas de otras latitudes se han solidarizado con las víctimas de tan injusto acoso. No deja de ser revelador respecto a los orígenes clericales de la ideología nacionalista las similitudes de estas protestas con las tradicionales de la Iglesia católica contra el laicismo. En cuanto la doctrina católica pierde la exclusiva de sus privilegios y debe verse en el mismo plano que otras creencias o que la ausencia de ellas, considera que está sometida a una terrible persecución. Sus eminencias siempre consideran que es de justicia gozar de un trato de favor y que carecer de él es una ofensa y una agresión. De igual modo, los nacionalistas de ayer y de hoy se dan por atacados no cuando a su lengua se le quita algo sino cuando se concede lo mismo a otra, que para colmo es la que se habla en todo el país y por tanto les vincula con él. El único derecho de que se les priva es el de prohibir pero eso ya les parece una herejía intolerable…
Los nacionalistas creen que son las lenguas mismas las que tienen derechos, no sus hablantes. Por tanto, les encanta repetir como un argumento incontrovertible que al final de la enseñanza obligatoria los alumnos, aunque no hayan estudiado en castellano, acabarán manejando esa lengua omnipresente con tanta competencia como los educados en ella. No es seguro que sea así, pero concedámoslo: por muy independiente que sea Irlanda, el gaélico nunca hará ininteligible el inglés para los irlandeses. Lo que se debate sin embargo no es eso, sino el derecho de quienes estudian en Cataluña, el País Vasco o cualquier otra región de España a educarse en castellano, la lengua común, si así lo desean: no se cuestiona su conocimiento de ese idioma al final de los estudios, sino que se defiende su derecho a adquirir conocimientos por medio de él. Es una forma de laicismo lingüístico, que como otros laicismos choca con los intransigentes que no se conforman con gozar de un derecho sino que pretenden convertirlo en deber para todos los demás.
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