Manuel Sarachaga: Los Presupuestos Autonómicos, un Fraude a la Estabilidad Fiscal

Si los Presupuestos Generales del Estado para 2010 plantean serias dudas sobre su viabilidad financiera y sobre la verosimilitud del déficit previsto, los presupuestos de las Comunidades Autónomas (CCAA) parecen querer contribuir activamente a esta situación de insostenible desequilibrio y peligrosa incertidumbre. Las previsiones presentadas por determinadas CCAA son un claro reflejo de la falta del control necesario que ponga freno a nuestro tránsito hacia un Estado definitivamente inviable, al tiempo que han puesto de relieve la total inoperancia de los mecanismos establecidos en la Ley Orgánica 5/2001 con el supuesto fin de garantizar la estabilidad presupuestaria del conjunto del Estado.

La citada norma establece que en un escenario de previsión de crecimiento económico inferior al 1% -como es el caso de 2010-, se podrá permitir que las CCAA alcancen un déficit equivalente al 0,75% del PIB. Por otra parte, la misma ley establece la obligación de que aquellas Comunidades que superen dicho objetivo presenten un plan de reequilibrio en el Consejo de Política Fiscal y Financiero (CPFF), órgano que deberá aprobarlo, no pudiendo el déficit superar en ningún caso el 2,5% (máximo al que se le podrá añadir un 0,25% adicional con destino a determinadas inversiones).

Sin embargo, la propuesta definitiva que el propio Ministerio remitió al CPFF (que sirve de base para la elaboración de los presupuestos autonómicos) no respetaba la obligación legal de establecer como objetivo el 0,75%, sino que directamente planteaba como objetivo para todas ellas el límite extraordinario del 2,75%. Límite que fue aprobado por la totalidad de Comunidades. Por si fuera poco, la reciente reforma del sistema de financiación de las CCAA aporta más de 11.000 millones adicionales a cargo del Estado con la finalidad precisamente de evitar que aquellas incurran en déficit excesivos. Pues bien, a pesar de todo ello, ahora que se conocen los presupuestos autonómicos se constata que buena parte de ellos ni siquiera respetan el máximo acordado.

Sin entrar en detalles de las CCAA que incumplen tanto el reciente acuerdo del CPFF como las exigencias de la LO 5/2001, ni de su signo político, lo que resulta más preocupante es la ausencia de mecanismos eficaces y de voluntad del gobierno central para impedir este flagrante incumplimiento, así como la falta de lealtad institucional y de corresponsabilidad fiscal que ello implica por parte de tales CCAA. Con tal panorama resulta ciertamente iluso creer en la posibilidad de cumplir el nivel de déficit total del conjunto de Administraciones Públicas del 3% exigido por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, incluso a pesar de que se haya demorado el plazo hasta 2013.

Es innegable que la drástica caída de ingresos públicos impedirá de hecho la pretensión de algunas Comunidades de intentar ejecutar unos presupuestos expansivos, por mucho que se apele al limitado recurso de la deuda. Sin embargo, no son excepción las que pretenden incrementar el gasto en relación a los presupuestos para este año, y son muchas más si el montante presupuestario se comparara con la cifra prevista de gasto ejecutado en 2009, dato evidentemente no disponible.

En cualquier caso, la aprobación de irresponsables presupuestos por parte de algunas CCAA supone, por una parte, que el déficit conjunto de las CCAA que efectivamente se liquide al finalizar el ejercicio será notablemente superior al previsto, dada la infravaloración de la caída en la recaudación tributaria que tales cuentas autonómicas recogen así como la pretensión de incremento del gasto que algunas incorporan. Y por otra, este comportamiento implicará que muchos de estos presupuestos, sino todos, serán imposibles de ejecutar en su totalidad por falta de recursos reales, como se ha indicado, claro indicativo de que reflejan, intencionadamente o no, una realidad distinta a la que nos hemos de enfrentar, con las graves consecuencias que de ello se derivan en un contexto especialmente preocupante como el que vivimos.