De Ciutadans a Reagrupament

¿ME podría decir por qué partido siente más simpatía?». La pregunta se incluyó en el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión -organismo dependiente de la Generalitat- y la casilla que marcaba «Ninguno» fue la más señalada. Si hemos de hacer caso pues de los sondeos oficiales, un 26,6 por ciento de los catalanes no quiere saber nada de CiU, PSC, ERC, PP, ICV y Ciutadans.

Este porcentaje, que revela una profunda desconfianza en el actual sistema de partidos, puede incluso incrementarse ya que hace tres meses nada se sabía de las correrías de F_lix Millet en el Palau de la Música (ni de las ramificaciones políticas del caso), todavía quedaban millonarios informes inútiles por desvelar y el caso Gürtel seguía bajo secreto sumarial.

La distancia que separa a los políticos de los ciudadanos es tal que el 71 por ciento de los catalanes cree que «los políticos sólo buscan el beneficio propio» y, además, no tienen en cuenta «lo que piensa la gente». Unas apreciaciones desalentadoras que por sí solas explican las elevadas cifras de abstención en Cataluña.
En este ambiente de escepticismo ciudadano hacia las instituciones y los partidos comienza una larga precampaña electoral en la que todavía debe irrumpir la sentencia del TC sobre el Estatut.

Echando las cuentas de la vieja, de momento nos sale que el 26,6 por ciento de los catalanes no votará a ninguna formación parlamentaria. Empecemos a descontar: unos cuantos se lo repensarán a última hora y optarán por el voto útil; un alto porcentaje se quedará en casa -la abstención superó el 43 por ciento en las autonómicas de 2006- o votará en blanco; el resto es susceptible de dejarse seducir por las promesas extraparlamentarias de regeneración democrática y transparencia.

Eso fue lo que ocurrió en las autonómicas de 2006. Entonces fue Ciutadans quien supo recoger el hartazgo de un electorado que creyó que la regeneración pasaba por sacar a los nacionalistas del poder. Así que más allá de su ideología (por lo visto de centro-izquierda), con un discurso antinacionalista y desacomplejado, el partido de Albert Rivera cautivó sobre todo a votantes del PP y a algún que otro socialista más línea PSOE, para entendernos. Con el 3,04 por ciento de los votos -89.567 sufragios-, Ciutadans entró en el Parlament con tres diputados.

Dentro de un año será Reagrupament quien se lleve el gato al agua, aunque esta vez lo hará a costa de CiU y ERC. Si es cierto que el 17,5 por ciento de los catalanes se siente «sólo catalán» y si es cierto también que a CiU le pasarán factura sus siete años de oposición de la misma manera que a ERC se la pasarán sus años de gobierno con José Montilla, es más que probable que el partido de Joan Carretero supere el tres por ciento de los votos necesarios para entrar en la Cámara catalana. Y lo habrá hecho con un discurso populista, inconsistente -¿cómo es posible que un ex conseller del Govern, un hombre con supuesta vocación de servicio público, un «patriota» catalán, sea capaz de sostener que el presidente del Barça es mil veces más importante que el presidente de la Generalitat?- y hasta un punto agresivo, muy en la línea también de Joan Laporta.

Cuentan que el círculo de confianza de Artur Mas anda obsesionado por el daño que Carretero -un independentista de derechas- pueda infringir al candidato nacionalista. Y es que, después de darle alas (políticas y mediáticas) para desgastar a la dirección de Esquerra, el díscolo ex conseller de Governació se les ha ido de las manos.

Fuente: ABC