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Padres de la patria hispana

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Mensaje  Invitado Miér 07 Oct 2009, 08:56

http://www.uce.es/DEVERDAD/ARCHIVO_2006/01_06/DV01_06_12hispanos2.html

Los héroes de la Patria futura

“(...) ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber (...) de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso (...) Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas: y mi honda es la de David”.

José Martí

(...) América, que dejó de ser hija de España, porque la madre fue criminal madrastra, pero a la que queremos, a la que no hemos olvidado, hermanados en el mismo sufrimiento, en el dolor de la esclavitud y de la opresión, y a la que deseamos a nuestro lado, unida estrechamente a nosotros, por los lazos del afecto, del idioma, de la raza y de los intereses comunes (...).

Dolores Ibárruri, Pasionaria

Frente a los fomentadores del recelo y el agravio, de la insolidaridad y la fragmentación reclamamos con todos los pueblos iberoamericanos la patria grande, a la que por derecho pertenecemos. Y frente a las pequeñas naciones en que quieren dividirnos los recaderos del imperialismo, enarbolamos la bandera de nuestra futura patria común: la gran nación iberoamericana

A Roosevelt

“Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español (...)
Mas la América nuestra, (...)
(...) esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser por Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras (...)”

Rubén Darío.

Problemas del subdesarrollo

“Monsieur Dupont te llama inculto,
porque ignoras cuál era el nieto
preferido de Victor Hugo.
Herr Müller se ha puesto a gritar,
porque no sabes el día
(exacto) en que murió Bismark.
Tu amigo Mr. Smith,
inglés o yanqui, yo no lo sé,
se subleva cuando escribes shell.
(Parece que ahorras una ele,
y que además pronuncias chel.)
Bueno ¿y qué?
Cuando te toque a ti,
mándales decir cacarajícara
y que donde está el Aconcagua,
y que quién era Sucre,
y que en qué lugar de este planeta
murió Martí.
Un favor:
que te hablen siempre en español”.

Nicolás Guillén.

Canto general

Pero si armas tus huestes, Norte América,
para destruir esa frontera pura
y llevar al matarife de Chicago
a gobernar la música y el orden
que amamos,
saldremos de las piedras y del aire
para morderte:
saldremos de la última ventana
para volcarte fuego:
saldremos de las olas más profundas
para clavarte con espinas:
saldremos del surco para que la semilla
golpee como un puño colombiano,
saldremos para negarte el pan y el agua,
saldremos para quemarte en el infierno.

Pablo Neruda.

“La Patria está en peligro.
Madrid perece víctima de la perfidia francesa.
Españoles acudid a salvarla”

(Móstoles. 2 de Mayo de 1808)

Nuestra futura patria común

Es notorio para la inmensa mayoría de españoles cómo detrás de la reforma del Estatuto catalán o del redivivo Plan Ibarretxe se amparan las fuerzas que –desde dentro y desde fuera del país– persiguen con ahínco la fragmentación de España. Apostados tras la idea de la España plural, se hallan lanzados a una frenética carrera para tratar de desarticular el Estado y quebrar los lazos de unidad y solidaridad entre el pueblo español.

Mientras aquí se enarbola como bandera progresista la exacerbación de los particularismos, la exaltación de las diferencias y la defensa intransigente de los intereses de la “pequeña nación” de cada cual, contemplamos con infinita alegría cómo entre los pueblos del mundo hispano crece y se agiganta la idea de la patria grande, de tender nuevos y sólidos puentes que permitan avanzar en la gestación de una gran nación iberoamericana, de la gran patria de los pueblos hispanos como único y mejor medio para defender nuestros intereses comunes y construir un futuro común de paz, progreso social y libertad.

Al llegar a esta encrucijada ha llegado el momento de que el pueblo español –y con él todos sus pueblos hermanos de Iberoamérica que lo han sufrido en sus propias carnes– considere qué es lo que se pretende con todo esto. ¿Convertir a España en una nueva América Central? Es decir, en una constelación de diminutas naciones, en una sucesión de mini-Estados, en un rosario de repúblicas bananeras susceptibles de ser dirigidas directamente por las embajadas de las potencias imperialistas. ¿Es que no hemos aprendido nada de la experiencia histórica de los pueblos de Iberoamérica? ¿Es que acaso el dominio y el sojuzgamiento del mundo hispano por el imperialismo no se ha construido sobre la base de dividir, fragmentar y enfrentar a pueblos con unas mismas raíces, una misma cultura, una misma historia y los mismos intereses con el único objetivo de que, finalmente, la United Fruits y la General Motors acabaran siendo los propietarios de ellas? Si sabemos que cada trozo de Iberoamérica está construido sobre un secuestro del imperialismo, ¿permitiremos ahora que el eje franco-alemán haga lo mismo con nosotros?

Los pueblos de Iberoamérica han aprendido, a costa de sangre y lágrimas, que mientras que uno a uno el imperialismo nos devora, con todos juntos no puede. Su dolorosa historia del siglo pasado les ha enseñado que la unidad es la más formidable herramienta de la que disponemos para hacer frente a la codicia de las grandes potencias por dominarnos. Si tienen que venir ahora “los cachorros del león español” a dar lecciones –como en tantas otras cosas– a la madre patria, que así sea. Pues de la misma forma que ellos no pudieron ser sin nosotros, nosotros no podremos ser sin ellos. Si la nación española, por los sinuosos avatares de nuestra historia reciente, hemos olvidado a nuestros héroes, ellos por el contrario conservan inmaculada y permanentemente viva la memoria de los suyos. Héroes sudorosos, polvorientos y que nunca alcanzaron –o les permitieron– tener un pensamiento político estructurado con la claridad suficiente. Pero que perviven en la gesta de sus luchas y que se yerguen como los pilares más sólidos, como los padres fudadores sobre los que construir la gran patria futura de los pueblos iberoamericanos.

Si la fragmentación y el sojuzgamiento vienen arrastrados por los gélidos vientos del norte –no importa para el caso que vengan de Washington, de París y Berlín o de ambos al mismo tiempo–, nuestro futuro y salvación está en nosotros mismos. Divididos somos juguetes en manos de los grandes centros de poder mundial. Unidos, los pueblos del mundo hispano y las naciones iberoamericanas podemos llegar a ser, y efectivamente seremos, impetuoso e irresistible torrente de libertad, embravecido mar en demanda de justicia social, huracán ingobernable por nada ni por nadie que no sean nuestros propios intereses y los de toda la humanidad. Frente a los fomentadores del recelo y el agravio, de la insolidaridad y la fragmentación reclamamos con todos los pueblos iberoamericanos la patria grande, a la que por derecho pertenecemos. Y frente a las pequeñas naciones en que quieren dividirnos los recaderos del imperialismo, enarbolamos la bandera de nuestra futura patria común: la gran nación iberoamericana como foco de luz capaz de iluminar a todos los pueblos del mundo hispano y de crear un poder que una las fuerzas de más de 300 millones de personas y veintitantas naciones fundidas –desde su singular diversidad– en una sola.

“Ustedes están en la obligación de hacer comprender al pueblo de América Latina que entre nosotros no deben existir fronteras y que todos estamos en el deber preciso de preocuparnos por la suerte de cada uno de los pueblos de la América Hispana, porque todos estamos corriendo la misma suerte ante la política colonizadora y absorbente de los imperialistas yankis”.

Augusto C. Sandino

Son sólo ocho, pero el eco de sus latidos recorre lo que Eduardo Galeano ha llamado “las venas abiertas de América Latina” y que nosotros hacemos extensivas a toda la gran patria iberoamericana, a uno y otro lado del charco. Son sólo ocho, pero representan a millones, a centenares de millones. En ellos, como dijo Pasionaria, “habla el dolor milenario de las multitudes explotadas”, de las naciones desgarradas y oprimidas, de los países subyugados por el imperialismo. Con ellos, los pueblos del mundo hispano nos reconocemos –sin otra excepción que la de un puñado de parasitarios oligarcas y recaderos del imperialismo– en unas mismas raíces, en una misma lucha, en unos intereses y en un futuro común.

Agustina de Aragón

La catalana Agustina Saragossa Doménech (Barcelona 1786-Ceuta 1857) es una de las figuras más representativas de la resistencia del pueblo español contra las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia. Junto a El Empecinado, Daoiz y Velarde, el tambor del Bruch y tantos otros héroes populares anónimos, fue considerada –incluso durante su propia vida– como uno de los grandes símbolos hispanos de resistencia frente al invasor y de lucha por la independencia nacional, a los que Pérez Galdós calificó como “los numantinos de los tiempos modernos”.

José Martí

Nacido en La Habana en 1853, hijo de un valenciano y una tinerfeña, José Martí es no sólo el padre de la independencia de Cuba, sino el primer gran dirigente iberoamericano en advertir cómo detrás de la codicia yanqui por las Antillas se encontraba el interés y la voracidad del “águila temible”, del imperialismo norteamericano, por sojuzgar y explotar el continente entero. De ahí también que sea el primero en formular, en la época contemporánea, la necesidad de la unidad de Nuestra América. “Puesto que la desunión fue nuestra muerte, ¿qué vulgar entendimiento ni corazón mezquino ha menester que se le diga que de la unión depende nuestra vida?”

Pancho Villa

Doroteo Arango, verdadero nombre de “Pancho Villa”, nació en 1876 en Durango, hijo de una familia de jornaleros sin tierra. En plena juventud se ve obligado a echarse al monte tras atacar a un funcionario que trató de abusar de su hermana. En 1910 se suma a la revolución democrática de Madero al grito de “Tierra y Libertad” –el mismo que durante siglos han enarbolado los jornaleros andaluces o extremeños– y durante los años siguientes convierte a su ejército guerrillero de peones en el bastión de la revolución en el norte del país. Cuando a finales de 1915, los invasores gringos reconocen a Carranza, Villa cruza la frontera para atacarlos en su propio territorio. Su espíritu rebelde e indómito, su condición de símbolo de los mexicanos oprimidos llevó al presidente De la Huerta a ordenar su asesinato en 1923.

Augusto C. Sandino

Nacido en 1895, desde niño trabajó en las plantaciones cafeteras del Pacífico nicaragüense. A comienzos de 1927, desde su refugio de Las Segovias se lanza en victoriosa campaña militar contra el ejército de los terratenientes apoyado por las tropas norteamericanas desembarcadas en Corinto. Se niega a firmar ningún armisticio hasta que las tropas yanquis abandonen el país, hecho que finalmente ocurre, tras 6 largos años de guerra de guerrillas, en 1933. Justo un año después, él y su hermano son asesinados en una emboscada perpetrada por la Guardia Nacional a cuyo frente estaba Anastasio Somoza, fundador de la dinastía de dictadores que durante más de 4 décadas hicieron de Nicaragua una explotación más de la United Fruits.

Getulio Vargas

Fundador del Estado Novo, Getulio Vargas (Rio Grande do Sul, 1882) puede considerarse, con toda propiedad, el padre del Brasil moderno. Encabezó la revolución de 1930 dirigida contra la corrupta y decadente oligarquía cafetera y el dominio del imperialismo inglés sobre Brasil. Sus reformas democráticas y nacionales comenzaron con la suspensión de las transferencias de recursos a los bancos externos que constituían una auténtica sangría para el país, poniendo fin a los privilegios de la oligarquía cafetalera que desangraban el Tesoro. Sobre esta base, inició un amplio programa de transformaciones: creación de la Seguridad Social, puesta en marcha de una potente industria nacional, nacionalización de los principales recursos del subsuelo, creación de Petrobras,... Derrocado por un golpe proyanqui en 1945, cinco años después ganaría las elecciones con el Partido Trabalhista Brasileiro (PTB). Sin embargo, la virulenta oposición de la oligarquía y el imperialismo yanqui, orquestando una campaña de denuncias de corrupción, escándalos, sabotajes y amenazas de golpe lo condujeron, finalmente, al suicidio.

Juan Domingo Perón

Nacido en la provincia de Buenos Aires, la vida política de Perón estuvo íntimamente ligada a los trabajadores más desfavorecidos (“los descamisados”) que constituirían la columna vertebral de su movimiento político justicialista. Su popularidad entre ellos le enfrentó a la cúpula del ejército y el gobierno, que en octubre de 1945 lo destituyó de todos sus cargos y lo encarceló. Una huelga general espontánea se desató en todo el país mientras multitudinarias manifestaciones exigían su libertad. En sólo 4 meses Perón organizó su candidatura que arrasaría con el 52% de los votos, frente al candidato de la oligarquía terrateniente y la embajada norteamericana dirigida por Spruille Braden. La disyuntiva para las masas populares estuvo clara: “Braden o Perón”. Su gobierno, renovado en 1951 con el 62% de los votos, otorgó el derecho al voto a la mujer, los derechos sociales de los trabajadores fueron incorporados a la Constitución, impulsó la creación de una industria nacional y dio los primeros pasos en la integración iberoamericana con Brasil y Chile como alternativa a la influencia norteamericana en el Cono Sur. Sin embargo, ni su inmensa popularidad y apoyo de masas consiguieron crear la fuerza necesaria para disminuir el poder de la oligarquía terrateniente. 4 años después fue derrocado por un golpe de Estado inspirado por Washington y los sectores más reaccionarios del país.

Ernesto Ché Guevara

Nacido en Rosario (Argentina) en 1928, Ernesto Guevara –el Ché como pasarían a llamarle en México, donde el capitán republicano español Alberto Bayo le instruyó junto al grupo de revolucionarios cubanos del Granma en las tácticas guerrilleras– recorrió toda Iberoamérica en la década de los 50. Estuvo en Chile (donde conoció a Salvador Allende), en la Colombia de la guerra civil tras el asesinato de Gaitán, en Venezuela, en la Bolivia de la revolución nacional de Torres, en la Guatemala revolucionaria y antiimperialista de Jacobo Arbenz,... Enrolado en las filas de la revolución cubana se destacó como uno de sus mejores comandantes. En el nuevo gobierno revolucionario organizó la reforma agraria, participó en el Departamento de Industria y en la creación del Banco Nacional. En pleno auge de las luchas de liberación del Tercer Mundo y del Movimiento de Países No Alineados visitó el Egipto de Nasser, la India de Gandhi, la Indonesia de Sukarno, la Yugoslavia de Tito y luchó en el Congo de Lumumba. Tras renunciar a todos sus cargos en el gobierno cubano, partió con su ejército guerrillero hacia Bolivia con el objetivo de “crear dos, tres... muchos Vietnam”, siguiendo la consigna que Mao tomó de la guerra civil española: “crear dos, tres,... muchos Madrid”. Allí fue asesinado por tropas bolivianas dirigidas por la CIA.

Salvador Allende

Nacido en 1908 en Valparaíso, a los 25 años participa en la fundación del Partido Socialista Chileno, del que sería Secretario General desde 1942. Tras dos intentos fallidos, en noviembre de 1970 es elegido Presidente de Chile con el apoyo de la Unidad Popular. Desde ese instante, una “célula de crisis” formada en la Casa Blanca inicia la trama para derrocarle: atentados terroristas, huelgas patronales salvajes, climas de opinión en los medios de comunicación, estrangulamiento de la economía chilena,... Conspiración que culmina, finalmente, en el sangriento golpe de Estado de Pinochet en septiembre de 1973.

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