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América Latina 2013: mirando a la izquierda y al Pacífico. El rol de España.

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Mensaje  Un andaluz Jue 29 Mayo 2014, 22:03

América Latina 2013: mirando a la izquierda y al Pacífico
Juan Pablo de Laiglesia

Sobre el telón de fondo de una desaceleración del crecimiento, América Latina enfrenta en 2014 los retos de su desarrollo político, social y económico con plena confianza en sus capacidades, confianza fortalecida por haber sabido sortear con éxito la crisis global más grave de los últimos noventa años.

Esa heterogeneidad tiene consecuencias directas en términos de los proyectos de integración regional y del alcance y posibilidades de la concertación política, de la capacidad de la región para ser considerada como un actor global y obrar en consecuencia. La integración, con la única excepción de la pujante Alianza del Pacífico, pasa por malos momentos. La pujante Alianza del Pacífico, pasa por malos momentos. La politización de los contenidos en unos casos y las insalvables asimetrías entre los socios en otros esterilizan los esfuerzos por perseguir los objetivos del pasado con las instituciones heredadas que ya no responden a las realidades y necesidades del presente. La gran idea de la integración en torno a la que se construyó una buena parte de la historia latinoamericana de finales del siglo pasado sufre una profunda relectura mientras se abren importantes brechas ideológicas que hacen inviable el sueño bolivariano. En cualquier caso, el panorama es todavía confuso y América Latina vive un periodo de transición en el que aún no se han reordenado regionalmente ni instituciones ni prioridades. Es importante subrayar en este contexto la aparición de la CELAC como interlocutor con vocación de exclusividad, lo que sin duda va a generar una dinámica en detrimento de otros interlocutores subregionales de menor alcance. También en este contexto de reordenamiento hay que tomar nota de la coherencia del ALBA, cuyo cemento más político que de otra naturaleza le da un perfil propio y único en la región, desplazando a otros mecanismos de concertación más abiertos y menos cohesionados. En definitiva, la CELAC, el ALBA, la Alianza del Pacífico y el SICA aparecen como las instituciones más capaces de adaptarse a las nuevas realidades y de darle al objetivo de la integración latinoamericana la nueva narrativa del siglo XXI.

Este proceso de renacionalización, exigido por la mayor complejidad de los problemas y las exigencias de sociedades en recomposición y crecimiento, viene acompañado, y seguramente se alimenta, de la ausencia de liderazgos de alcance regional. La desaparición de Chávez ha dejado un vacío difícil de llenar y los liderazgos son más nacionales que regionales, como corresponde por otra parte a la ausencia de un proyecto regional compartido. Ni Brasil, con su legítima vocación de actor global, parece querer ocupar ese espacio. La reentrada de México en el escenario regional, por otra parte, amplía y complica aún más el panorama. Finalmente, la rápida rotación establecida para la conducción de la CELAC y la ausencia de aparatos burocráticos sólidos de las distintas instituciones, dificulta adicionalmente el surgimiento de liderazgos regionales fuertes.

Junto a la consolidación democrática, las presiones sociales para alcanzar modelos de convivencia más equitativos empujan a América Latina hacia la izquierda o, cuando menos, a la versión progresista del centro, la que prioriza la lucha contra la pobreza, la prestación de servicios públicos de calidad, la universalización de la educación y la salud y en general las políticas con contenido social y redistributivo. La mayoría de los resultados electorales de 2012 y 2013 apuntan en esa dirección, del reformismo del PRI a las victorias de Maduro, Correa y Bachelet. Incluso en Honduras cabe esperar una modulación del conservadurismo tradicional por la ruptura del bipartidismo oligárquico. Paraguay es el único país de la región en el que se rompe por ahora este modelo, aunque habrá que esperar a conocer el programa del presidente Cartes para apreciar en qué medida puede desmarcarse del patrón general con una estructura social tan lacerantemente desigual. Dos hechos pueden ser los más relevantes del futuro inmediato y tener consecuencias extremadamente positivas tanto para los países directamente implicados como para la región en su conjunto: el primero, la llegada de la paz a Colombia y la consiguiente erradicación de la violencia como arma de acción política; el segundo, la continuación y profundización de las reformas económicas en Cuba que acerquen a la Isla a la normalidad y faciliten su plena reinserción en el ámbito regional que le es propio. Son seguramente dos procesos que se realimentan mutuamente y a los que conviene ayudar sin precondiciones ni prejuicios.

También se consolida el nuevo marco de relaciones exteriores regionales, con una mirada cada vez más atenta al Pacífico y a los socios asiáticos en la que caben diferentes sensibilidades, como las abiertamente divergentes de la Alianza del Pacífico y el ALBA, pero que es ya un elemento fundamental del escenario. Con un efecto además de fortalecimiento de los márgenes de autonomía de la región en sus relaciones con los socios tradicionales y de diversificación de su inserción en la globalidad. Si la tendencia continúa asentándose al mismo ritmo acelerado que hasta ahora, no hay que descartar que pronto sea un motivo de fricciones por el progresivo deterioro de la histórica exclusividad de las relaciones con los socios europeos y estadounidenses.
En resumen, a partir de las tendencias consolidadas y asumiendo su capacidad para enfrentar los retos sociales y económicos del desarrollo en un contexto de desaceleración del crecimiento, todo indica que América Latina continuará sin sobresaltos su marcha hacia mayores cotas de progreso con estabilidad interna y manteniendo políticas económicas realistas y sensatas, lo que fortalecerá su condición de actor global y socio estratégico del mundo occidental al que ambos, ellos y nosotros, pertenecemos.

En un mundo en cambio acelerado la transformación de la región se caracteriza por un afianzamiento de su peso económico y político, compatible con una renacionalización de políticas y objetivos que refleja su heterogeneidad y creciente diferenciación. La madurez de las sociedades latinoamericanas ha dejado atrás la época en la que podía analizarse la región como un todo con algunas, pocas, matizaciones. Sigue habiendo, por supuesto, un sustrato común de valores y no pocas coincidencias en las fortalezas y debilidades de sus estructuras sociales y políticas, pero la evolución reciente muestra la vitalidad de las diferencias y aconseja un enfoque diferenciado dejando atrás las simplificaciones al uso hasta hace una década.

Esa heterogeneidad tiene consecuencias directas en términos de los proyectos de integración regional y del alcance y posibilidades de la concertación política, de la capacidad de la región para ser considerada como un actor global y obrar en consecuencia. La integración, con la única excepción de la estabilidad interna y manteniendo políticas económicas realistas y sensatas, lo que fortalecerá su condición de actor global y socio estratégico del mundo occidental al que ambos, ellos y nosotros, pertenecemos.

Y España

Ensimismados en la crisis, nuestra política exterior pasa por un periodo de atonía, en el que ni la presencia en América Latina es la que debería ni se aprecia un plan coherente para preservar y fortalecer la que queremos que sea una relación especial, basada en los valores compartidos, la historia, la cultura y los intereses mutuamente beneficiosos. También España debería adaptar sus planteamientos a las nuevas realidades y para ello parece necesario emprender una política con cuatro vectores:
La «rebilateralización» de las relaciones. Hay que prestar atención a las necesidades y expectativas específicas de nuestros socios latinoamericanos, individualmente considerados y con un enfoque igualitario, maduro y realista.

Deberíamos, además, «repolitizar» nuestra relación, en el sentido de restablecer el equilibrio en gran medida perdido entre los elementos políticos y económicos de nuestras relaciones, recuperando la iniciativa para la política y respetando la autonomía y la especificidad de la economía y el comercio, sin supeditar en ningún caso aquella a esta.

En tercer lugar, «replantear» el marco multilateral de nuestras relaciones con la región, redimensionando sin despecho el alcance de la Comunidad Iberoamericana, buscando nuevas conexiones con las instancias subregionales de futuro y primando sin falsos pudores lo latinoamericano frente a lo panamericano.

Finalmente, «reinventar» el papel de facilitador que durante tanto tiempo fue el nuestro en el doble escenario europeo y latinoamericano y que, aunque podría parecer superado por la madurez que han alcanzado las relaciones interregionales, es hoy sin embargo tan necesario como entonces en una realidad caracterizada por un diálogo político deficiente y desestructurado, un desinterés mutuo por la relación entre las dos regiones y progresivamente sustituido por la bilateralización de los planteamientos y objetivos, y extremadamente rico en posibilidades de cooperación técnica en políticas públicas para la realización y promoción de los valores del modelo de sociedad equitativa, igualitaria y progresista en el que queremos vivir.

http://www.ieee.es/Galerias/fichero/panoramas/panorama_estrategico_2014.pdf
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Mensaje  Un andaluz Jue 29 Mayo 2014, 22:05

Estimados amigos. Sé que es un texto muy largo, pero sin duda como españoles no debemos olvidar que uno de los principales puntos de nuestra agenda internacional es precisamente Hispanoamérica. Muchas veces, aplastados por los asuntos europeos parece que nos olvidamos de prestar la debida atención a esta parte del mundo.
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