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Arturo Pérez Reverte: Las tiendas desaparecidas

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Arturo Pérez Reverte: Las tiendas desaparecidas Empty Arturo Pérez Reverte: Las tiendas desaparecidas

Mensaje  Alarico Dom 11 Oct 2009, 22:40

Cada vez que doy un paseo veo más tiendas cerradas.
Algunas, las de toda la vida, habían sobrevivido a guerras y
conmociones diversas. Eran parte del paisaje. De pronto, el escaparate
vacío, el rótulo desapercido de la fachada, me dejan aturdido, como
ocurre con las muerte súbitas o las desgracias inesperadas. Es una
sensación de pérdida irreparable, aunque sólo haya echado vistazos al
escaparate, sin entrar nunca. Otras de esas tiendas son negocios
recientes: comercios abiertos hace un par de años, e incluso pocos
meses; primero, los trabajos que precedían a la apertura, y después la
inauguración, todo flamante, dueños y dependientes a la expectativa,
esperanzados. Ahora paso por delante y advierto que los cristales están
cubiertos y la puerta cerrada. Y me estremezco contagiado de la
desilusión, la derrota que trasmite ese triste cristal pegado al
cristal con las palabras se alquila o se traspasa.


En lo que va de año, la relación es como de una lista de
bajas depués de un combate sangriento. Entre las que conozco hay una
parafarmacia, dos tiendas de complementos, una de música clásica, una
estupenda tienda de vinos, una ferretería, una tienda de historietas,
tres de regalos, dos de muebles, cuatro anticuarios, una librería, dos
buenas panaderías, una galería de arte, una sombrerería, una mercería e
innumerables tiendas de ropa. También -ésa fue un golpe duro, por lo
simbólico- una juguetería grande y bien surtida. Me gustaba entrar en
ella, recobrando la vieja sensación que, quienes fuimos niños cuando no
había televisión, ni videoconsola, ni nos habíamos vuelto todos -críos
incluidos- completamente cibergilipollas, conservamos del tiempo en que
una juguetería con sus muñecas, trenes, soldados, escopetas, cocinitas,
caballos de cartón, disfraces de torero y juegos reunidos Geyper, era
el lugar más fascinante del mundo.


Ahora hablamos de crisis cada día. Hasta los putos
políticos y las putas políticas -que no es lo mismo que políticas
putas, ahórrenme las putas cartas lo hacen con la misma impavidez con
que antes afirmaban lo contrario. En todo caso, una cosa es manejar
estadísticas; y otra, pisar la calle y haber conocido esas tiendas una
por una, recordando los rostros de propietarios y dependientes, su
desasosiego en los últimos tiempos, la esperanza, menor cada día, de
que alguien se parase ante el escaparate, se animara y entrase a
comprar, sabiendo que de ese acto dependían el bienestar, el futuro, la
familia. Haber presenciado tanta angustia diaria, la ausencia de
clientes, el miedo a que tál o cúal crédito no llegara, o a no tener
con qué pagarlo. El saberse condenados y sin esperanza mientras, en las
tiendas desiertas que con tanta ilusión abrieron, languidecían su
trabajo y sus ahorros. Morían tantos sueños.


Eso es lo peor, a mi juicio. Lo imperdonable. Todas esas ilusiones deshechas, trituradas por políticos golfos y sindicalistas sobornados que todavía hablan de clase empresarial
como si todos los empresarios españoles tuvieran yate en Cerdeña y
cuenta en las islas Caimán. Ignorando las ilusiones deshechas de tanta
gente con ideas y fuerza, que arriegó, peleó para salir adelante, y se
vio arrastrada sin remedio por la tragedia económica de los últimos
tiempos y también por la irresponsabilidad criminal de quienes tuvieron
la obligación de prevenirlo y no quisieron, y ahora tienen el deber de
solucionarlo, pero ni pueden ni saben. De esa gentuza encantada consigo
misma que no sólo carece de eficacia y voluntad, sino que sigue
impasible como don Tancredo, procurando ni parpadear ante los cuernos
del toro que corretea llevándose a todo cristo por delante. Un Gobierno
cínico, demagogo, embustero hasta el disparate. Una oposición cutre,
patética, tan corrupta y culpable de enjuagues ladrilleros que trajeron
estos fangos, que resulta difícil imaginar que unas simples urnas
cambien las cosas. Sentenciándonos, entre unos y otros, a ser un país
sin tejido industrial ni empresarial, sin clase media, condenado al
dinero negro, al subsidio laboral con trabajo paralelo encubierto y a
la economía clandestina. Con mucho Berlusconi en el horizonte. Un
rebaño analfabeto, sumiso, de albañiles, putas y camareros, donde los
únicos que de verdad van a estar a gusto, sinvergüenzas aparte, serán
los jubilados guiris, los mafiosos nacionales e importados, y los
hooligans de viaje y tres noches de hotel, borrachera y vómito
incluidos, por veinticinco euros. Para entonces, los responsables del
desastre se habrán retirado confortablemente al cobijo de sus partidos,
de sus varios sueldos oficiales, de sus pingües jubilaciones por los
servicios prestados a sí mismos. A dar conferencias a Nueva York sobre
cómo nos reventaron a todos, dejando el paisaje lleno de tiendas
cerradas y de vidas con el rótulo se traspasa. Así que malditos
sean su sangre y todos sus muertos. En otros tiempos, al menos tenías
la esperanza de verlos colgados de una farola.
Alarico
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